Wednesday, December 24, 2008
Wednesday, December 17, 2008
Ancient MesoAmerica News Updates 2008, No. 86: On the History of Mezcal
Yesterday, Tuesday December 16, 2008, the Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) posted a short notice on the history of the well-known alcoholic beverage named Mezcal. This drink may have its origin in Prehispanic times, as a 2004 archaeological discovery has shown (edited by AMaNU):
El mezcal, una de las grandes aportaciones gastronomicas de Mexico al mundo - El mezcal es uno de los 50 productos gastronómicos originarios de México de uso universal –maíz, jitomate, chocolate, aguacate, chile, frijol, etc.– con una de las historias de especie más antiguas y complejas.
El agave, su planta básica, fue utilizada en tiempos prehistóricos (10 mil años antes de Cristo) para hacer fibras de uso indumentario y doméstico: agujas, alfileres, puntas de flecha, bálsamos. En el territorio mexicano existen 120 de las 300 variedades de agave que hay en el mundo, pero sólo una décima parte de esas especies producen jugos útiles para consumo humano. Ocho de esos agaves son mezcaleros y los otros son pulqueros, la mayoría sometidos a cultivo humano desde hace miles de años.
Una reciente investigación arqueológica en la población de Nativitas, Tlaxcala, próxima a la ciudad olmeca xicalanca de Cacaxtla, reveló la presencia de utilería presuntamente destinada al destilado de mezcal. Los arqueólogos María del Carmen Serra Puche, Jesús Carlos Lazcano Arce y Manuel de la Torre, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), descubrieron en 2004 un horno para cocer agaves.
El horno olmeca xicalanca conservaba restos de maguey sancochado, cerámica y tubos de carrizo y quiote (el corazón seco del agave), presumiblemente utilizados en la destilación del jugo vaporizado. Los especialistas ubicaron en el año 400 a.C. la edad aproximada del alambique prehispánico, aunque otras fuentes presumen la consuma de mezcal en México desde el año 1500 a.C.
La cultura mezcalera prehispánica de México habría de enriquecerse hasta el siglo XVII (1650) con el arribo e instalación de alambiques hispanoárabes traídos por los colonos españoles. En el centro y occidente se significaron en la difusión del destilado europeo los misioneros carmelitas descalzos, quienes fueron determinantes en el trazo de la Ruta del Tequila, en Jalisco, en los siglos XVIII y XIX.
En tiempos prehispánicos el mezcal estuvo asociado a ritos de contenido religioso vinculados a la Luna (Mexi) y a la diosa Xochitécatl. Su nombre significa en náhuatl “maguey asado” o “agave (metl) cocido en horno (ixcalli). El fundador de la antropología histórica de México, fray Bernardino de Sahagún, traduce la palabra mezcal como maguey asado. En su libro Cerezo rojo, el investigador Raumiez Pérez Blanco afirma que en el siglo XIX todos los estados de la República Mexicana producían mezcal de tipología regional con agaves propios de cada zona.
De esa enorme variedad sólo quedan muestras específicas con denominaciones propias: tequila (Jalisco), sotol (Chihuahua), Bacanora (Sonora), Raicilla (San Luis Potosí), comiteco (Comitán, Chiapas) y mezcal. Con esta última denominación de origen, reconocida por el Estado mexicano en 1997, producen actualmente 32 empresas industriales con derechos de explotación comercial sobre más de 50 marcas registradas en varios estados de la República.
Estas empresas son supervisadas por un Consejo Mexicano Regulador del Mezcal que vigila y certifica que el contenido de los frascos comercializados contengan 100 por ciento mezcal de agave. Una regulación similar existe desde finales de los años 80 para los fabricantes de tequila, sin duda el más famoso de los mezcales mexicanos, pero sólo uno más de las varias decenas que hay en el país.
Esto se debe a que gran parte de la producción mezcalera continúa siendo artesanal, como puede observarse en Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Estado de México, Chiapas, Tamaulipas, Morelos, Yucatán, Zacatecas y otros estados del país. Se estima que en la República Mexicana dependen del mezcal unas 300 mil familias.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) fomenta actividades para la protección y promoción del agave y sus derivados a través de acciones que han dado como resultado la inclusión en 2006 del paisaje Agavero al Patrimonio Natural y Cultural por la UNESCO, o la realización de ferias como el Festival Cultural del Agave que se realiza en Tequila, Jalisco (source CONACULTA - Sala de Prensa).
El agave, su planta básica, fue utilizada en tiempos prehistóricos (10 mil años antes de Cristo) para hacer fibras de uso indumentario y doméstico: agujas, alfileres, puntas de flecha, bálsamos. En el territorio mexicano existen 120 de las 300 variedades de agave que hay en el mundo, pero sólo una décima parte de esas especies producen jugos útiles para consumo humano. Ocho de esos agaves son mezcaleros y los otros son pulqueros, la mayoría sometidos a cultivo humano desde hace miles de años.
Una reciente investigación arqueológica en la población de Nativitas, Tlaxcala, próxima a la ciudad olmeca xicalanca de Cacaxtla, reveló la presencia de utilería presuntamente destinada al destilado de mezcal. Los arqueólogos María del Carmen Serra Puche, Jesús Carlos Lazcano Arce y Manuel de la Torre, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), descubrieron en 2004 un horno para cocer agaves.
El horno olmeca xicalanca conservaba restos de maguey sancochado, cerámica y tubos de carrizo y quiote (el corazón seco del agave), presumiblemente utilizados en la destilación del jugo vaporizado. Los especialistas ubicaron en el año 400 a.C. la edad aproximada del alambique prehispánico, aunque otras fuentes presumen la consuma de mezcal en México desde el año 1500 a.C.
La cultura mezcalera prehispánica de México habría de enriquecerse hasta el siglo XVII (1650) con el arribo e instalación de alambiques hispanoárabes traídos por los colonos españoles. En el centro y occidente se significaron en la difusión del destilado europeo los misioneros carmelitas descalzos, quienes fueron determinantes en el trazo de la Ruta del Tequila, en Jalisco, en los siglos XVIII y XIX.
En tiempos prehispánicos el mezcal estuvo asociado a ritos de contenido religioso vinculados a la Luna (Mexi) y a la diosa Xochitécatl. Su nombre significa en náhuatl “maguey asado” o “agave (metl) cocido en horno (ixcalli). El fundador de la antropología histórica de México, fray Bernardino de Sahagún, traduce la palabra mezcal como maguey asado. En su libro Cerezo rojo, el investigador Raumiez Pérez Blanco afirma que en el siglo XIX todos los estados de la República Mexicana producían mezcal de tipología regional con agaves propios de cada zona.
De esa enorme variedad sólo quedan muestras específicas con denominaciones propias: tequila (Jalisco), sotol (Chihuahua), Bacanora (Sonora), Raicilla (San Luis Potosí), comiteco (Comitán, Chiapas) y mezcal. Con esta última denominación de origen, reconocida por el Estado mexicano en 1997, producen actualmente 32 empresas industriales con derechos de explotación comercial sobre más de 50 marcas registradas en varios estados de la República.
Estas empresas son supervisadas por un Consejo Mexicano Regulador del Mezcal que vigila y certifica que el contenido de los frascos comercializados contengan 100 por ciento mezcal de agave. Una regulación similar existe desde finales de los años 80 para los fabricantes de tequila, sin duda el más famoso de los mezcales mexicanos, pero sólo uno más de las varias decenas que hay en el país.
Esto se debe a que gran parte de la producción mezcalera continúa siendo artesanal, como puede observarse en Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Estado de México, Chiapas, Tamaulipas, Morelos, Yucatán, Zacatecas y otros estados del país. Se estima que en la República Mexicana dependen del mezcal unas 300 mil familias.
El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) fomenta actividades para la protección y promoción del agave y sus derivados a través de acciones que han dado como resultado la inclusión en 2006 del paisaje Agavero al Patrimonio Natural y Cultural por la UNESCO, o la realización de ferias como el Festival Cultural del Agave que se realiza en Tequila, Jalisco (source CONACULTA - Sala de Prensa).
The notice refers to the discovery of an oven used for open air distillation as found at the site of Nativitas, Tlaxcala, in 2004. Find below the complete newsreport of April 19, 2004, as posted online by the daily Mexican newspaper La Jornada (found the report this afternoon, as such the delay in posting the present Ancient MesoAmerica News Update):
El mezcal, de origen prehispánico, no español: Antropólogos hallan vestigios de 400 a. C.; la destilación ancestral todavía se practica - La huella los condujo hasta el año 400 antes de Cristo. Encontraron vasijas, ollas, hornos, es decir, una forma de organización social, y luego la verdadera historia: la destilación del mezcal no la introdujeron los españoles a nuestras tierras, como se ha hecho creer desde la Colonia, sino que es un proceso realizado mucho antes, desde la época prehispánica.
Las evidencias: los hornos hallados contienen restos de maguey. Y lo que parece increíble: actualmente todavía existen grupos indígenas que realizan la producción del mezcal como la hacían sus antepasados. De hecho, estas comunidades mezcaleras se ubican en zonas altas del país, al igual que en la época prehispánica.
Una investigación realizada por los antropólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mari Carmen Serra Puche, Jesús Carlos Lazcano Arce y Manuel de la Torre, bajo la dirección de la primera, da muestra de estos conocimientos que, de confirmarse, establecerían que la destilación del mezcal no data de 1650, como indican los primeros reportes, sino de 400 años antes de Cristo. Se echaría abajo una creencia que ha subsistido durante casi cuatro siglos.
Sobreviviente a toda clase de intentos por acallar lo propio, desde que los colonizadores "prohibieron la producción" del mezcal, esta forma antigua de elaboración de la bebida es parte del patrimonio cultural que tiende a desaparecer. Hoy tenemos a nuestros "propios colonizadores" que, sin importarles la herencia ancestral, la desdeñan y también intentan darle muerte. Por eso la investigación de los especialistas universitarios se propone también rescatar esta actividad, que ha resistido unos 25 siglos.
La ruta del mezcal - En un principio no imaginaron que sus excavaciones en la zona habitacional de Nativitas, Tlaxcala, los conduciría hacia otras rutas. Hallaron cimientos de casas, pisos de lodo, pero había algo más que debían explicarse: la presencia de hornos afuera de las casas. "Nosotros pusimos en duda que estos hornos sirvieran para la cerámica, como señalaban los reportes anteriores, y establecimos la idea de que ahí pudieran haberse cocido piñas de maguey con el fin de producir, en principio, lo que ahora se conoce como tepache", cuenta Lazcano Arce.
Posteriormente, dice, encontraron gran cantidad de ollas y plantearon la hipótesis de que se habían utilizado para la destilación del mezcal. Comenzaba así, en 1998, el proyecto La ruta del mezcal. El recorrido ha sido intenso, comenta el antropólogo. A la fecha se han visitado cerca de 35 comunidades indígenas ''para buscar a productores que tengan una actividad rústica en la producción del mezcal, que nos permita ver qué instrumentos de trabajo utilizan, cuál es su forma de organización, con lo que nos ayudarían a establecer si la destilación tiene un origen prehispánico", indica.
Los hallazgos son sorprendentes: "Los hornos arqueológicos localizados en Tlaxcala resultan, por analogía etnográfica, muy similares a los hornos actuales utilizados en la cocción de maguey para la producción del mezcal". Pero sus descubrimientos van más allá de los instrumentos localizados. Los cimientos de las unidades habitacionales de Nativitas permiten observar que las casas están asociadas con los hornos. La analogía consiste en que los grupos indígenas que hoy elaboran el mezcal en forma rústica también tienen sus casas asociadas a la producción mezcalera, y "sus comunidades se encuentran en lugares altos, que es lo mismo que hemos encontrado prehispánicamente en el sitio de Nativitas".
Además, cuenta que en la época colonial "el mezcal le competía al vino. Entonces, las autoridades coloniales prohibieron la producción del mezcal, lo que produjo que se volviera clandestino. Por eso los productores se fueron a las zonas de la sierra".
¿Puente con el otro mundo? - Lazcano Arce puntualiza sobre un aspecto fundamental: la producción especializada de dicha bebida y de otros elementos localizados en esta zona, como las cuentas de jadeíta, permiten establecer que dicha comunidad prehispánica contaba con una organización para realizar tales productos. En otras palabras, ya existía división en las clases sociales.
En principio, señala que una de sus hipótesis es que el mezcal era un producto de distinción en esas sociedades: "no cualquiera podía tener acceso a él. Es decir, tiene que ver con ciertas jerarquías y rituales que se hacían en la zona ceremonial de Xochitécatl (que forma parte del mismo conjunto donde se halla Nativitas, la zona habitacional, y Cacaxtla, el centro administrativo)".
Las comunidades indígenas actuales, explica, también utilizan el mezcal para la realización de rituales "que nosotros suponemos han permanecido desde épocas prehispánicas". Por ejemplo, producen la bebida durante la temporada seca y la reparten en sus pueblos para hacer la petición de lluvias. Los huicholes de Guadalupe Ocotán, Nayarit, lo utilizan como "un proceso de iniciación a niños y niñas desde los tres años, lo que significa que transitan de un nivel, que tiene que ver con la edad y el papel dentro de la sociedad, a otra etapa de la vida más adulta", comenta.
En el universo prehispánico existe otra posibilidad del uso del mezcal: la alteración de los estados de conciencia de los gobernantes para entrar en contacto con otros mundos. Manuel de la Torre, otro de los investigadores que participan en el proyecto, recuerda que en la zona maya está documentado "el uso de sustancias que alteran los estados de conciencia, utilizadas por las elites religiosas y políticas para entrar en comunicación con otros niveles de la realidad.
"Hay vasijas en la zona maya que muestran prácticas de enemas, en las que por vía rectal se introduce algún alucinógeno y esto permite a los gobernantes entrar en contacto con los antepasados. Esto se muestra en las estelas con figuras maravillosas, como serpientes que se forman del humo del copal.
"En general, los estados alterados de conciencia permiten a los dirigentes entrar en contacto con el otro mundo para que regresen después a éste y digan a sus gobernados lo que dijeron los antepasados. El mezcal, entonces, podría haber servido como puente con el mundo sobrenatural, lo cual también explicaría que no cualquiera puede consumir ese producto", reflexiona.
La comprobación científica - Los resultados dan positivo: los análisis de los restos contenidos en los hornos prehispánicos de Nativitas, elaborados por los especialistas Raymundo Zea y Alba Barrios en el Instituto de Química de la UNAM, confirman la presencia del maguey y del combustible que se utilizó para el cocimiento de las piñas.
Lazcano Arce y De la Torre indican que resta por confirmar que las ollas localizadas en la zona fueron utilizadas para la destilación. Para demostrarlo, estas vasijas actualmente son analizadas por los expertos antes mencionados, quienes emitirán los resultados en unos cinco meses. Si el estudio es positivo, La ruta del mezcal establecerá, sin lugar a dudas, que la destilación de la bebida "se da por lo menos 400 años antes de Cristo, pues los fechamientos que hemos hecho de los contextos, tanto de las casas como de los hornos de Nativitas, establecen esa antigüedad", apuntan.
La idea de que la destilación es herencia de los colonizadores, quienes a su vez la recibieron de los árabes, caería por su propio peso. "Más bien, lo que llegan a hacer los españoles es establecer un cambio en el instrumento de trabajo. Ya no serían ollas, ni barro, como hacen los huicholes, sino metal como un instrumento para la producción. Es decir, es un sustituto y un acelerador en cuanto a la rapidez de la destilación", añade Lazcano Arce.
Los antropólogos señalan que han conseguido subsidio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y del Programa de Apoyo a los Proyectos de Investigación e Innovación (Papiit) de la UNAM. En el proyecto participan, además de los expertos citados, el director de la Facultad de Química, Santiago Capella, y los estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) Nadia Romero y Erick Mejía (written by Karina Aviles; source La Jornada).
Las evidencias: los hornos hallados contienen restos de maguey. Y lo que parece increíble: actualmente todavía existen grupos indígenas que realizan la producción del mezcal como la hacían sus antepasados. De hecho, estas comunidades mezcaleras se ubican en zonas altas del país, al igual que en la época prehispánica.
Una investigación realizada por los antropólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Mari Carmen Serra Puche, Jesús Carlos Lazcano Arce y Manuel de la Torre, bajo la dirección de la primera, da muestra de estos conocimientos que, de confirmarse, establecerían que la destilación del mezcal no data de 1650, como indican los primeros reportes, sino de 400 años antes de Cristo. Se echaría abajo una creencia que ha subsistido durante casi cuatro siglos.
Sobreviviente a toda clase de intentos por acallar lo propio, desde que los colonizadores "prohibieron la producción" del mezcal, esta forma antigua de elaboración de la bebida es parte del patrimonio cultural que tiende a desaparecer. Hoy tenemos a nuestros "propios colonizadores" que, sin importarles la herencia ancestral, la desdeñan y también intentan darle muerte. Por eso la investigación de los especialistas universitarios se propone también rescatar esta actividad, que ha resistido unos 25 siglos.
La ruta del mezcal - En un principio no imaginaron que sus excavaciones en la zona habitacional de Nativitas, Tlaxcala, los conduciría hacia otras rutas. Hallaron cimientos de casas, pisos de lodo, pero había algo más que debían explicarse: la presencia de hornos afuera de las casas. "Nosotros pusimos en duda que estos hornos sirvieran para la cerámica, como señalaban los reportes anteriores, y establecimos la idea de que ahí pudieran haberse cocido piñas de maguey con el fin de producir, en principio, lo que ahora se conoce como tepache", cuenta Lazcano Arce.
Posteriormente, dice, encontraron gran cantidad de ollas y plantearon la hipótesis de que se habían utilizado para la destilación del mezcal. Comenzaba así, en 1998, el proyecto La ruta del mezcal. El recorrido ha sido intenso, comenta el antropólogo. A la fecha se han visitado cerca de 35 comunidades indígenas ''para buscar a productores que tengan una actividad rústica en la producción del mezcal, que nos permita ver qué instrumentos de trabajo utilizan, cuál es su forma de organización, con lo que nos ayudarían a establecer si la destilación tiene un origen prehispánico", indica.
Los hallazgos son sorprendentes: "Los hornos arqueológicos localizados en Tlaxcala resultan, por analogía etnográfica, muy similares a los hornos actuales utilizados en la cocción de maguey para la producción del mezcal". Pero sus descubrimientos van más allá de los instrumentos localizados. Los cimientos de las unidades habitacionales de Nativitas permiten observar que las casas están asociadas con los hornos. La analogía consiste en que los grupos indígenas que hoy elaboran el mezcal en forma rústica también tienen sus casas asociadas a la producción mezcalera, y "sus comunidades se encuentran en lugares altos, que es lo mismo que hemos encontrado prehispánicamente en el sitio de Nativitas".
Además, cuenta que en la época colonial "el mezcal le competía al vino. Entonces, las autoridades coloniales prohibieron la producción del mezcal, lo que produjo que se volviera clandestino. Por eso los productores se fueron a las zonas de la sierra".
¿Puente con el otro mundo? - Lazcano Arce puntualiza sobre un aspecto fundamental: la producción especializada de dicha bebida y de otros elementos localizados en esta zona, como las cuentas de jadeíta, permiten establecer que dicha comunidad prehispánica contaba con una organización para realizar tales productos. En otras palabras, ya existía división en las clases sociales.
En principio, señala que una de sus hipótesis es que el mezcal era un producto de distinción en esas sociedades: "no cualquiera podía tener acceso a él. Es decir, tiene que ver con ciertas jerarquías y rituales que se hacían en la zona ceremonial de Xochitécatl (que forma parte del mismo conjunto donde se halla Nativitas, la zona habitacional, y Cacaxtla, el centro administrativo)".
Las comunidades indígenas actuales, explica, también utilizan el mezcal para la realización de rituales "que nosotros suponemos han permanecido desde épocas prehispánicas". Por ejemplo, producen la bebida durante la temporada seca y la reparten en sus pueblos para hacer la petición de lluvias. Los huicholes de Guadalupe Ocotán, Nayarit, lo utilizan como "un proceso de iniciación a niños y niñas desde los tres años, lo que significa que transitan de un nivel, que tiene que ver con la edad y el papel dentro de la sociedad, a otra etapa de la vida más adulta", comenta.
En el universo prehispánico existe otra posibilidad del uso del mezcal: la alteración de los estados de conciencia de los gobernantes para entrar en contacto con otros mundos. Manuel de la Torre, otro de los investigadores que participan en el proyecto, recuerda que en la zona maya está documentado "el uso de sustancias que alteran los estados de conciencia, utilizadas por las elites religiosas y políticas para entrar en comunicación con otros niveles de la realidad.
"Hay vasijas en la zona maya que muestran prácticas de enemas, en las que por vía rectal se introduce algún alucinógeno y esto permite a los gobernantes entrar en contacto con los antepasados. Esto se muestra en las estelas con figuras maravillosas, como serpientes que se forman del humo del copal.
"En general, los estados alterados de conciencia permiten a los dirigentes entrar en contacto con el otro mundo para que regresen después a éste y digan a sus gobernados lo que dijeron los antepasados. El mezcal, entonces, podría haber servido como puente con el mundo sobrenatural, lo cual también explicaría que no cualquiera puede consumir ese producto", reflexiona.
La comprobación científica - Los resultados dan positivo: los análisis de los restos contenidos en los hornos prehispánicos de Nativitas, elaborados por los especialistas Raymundo Zea y Alba Barrios en el Instituto de Química de la UNAM, confirman la presencia del maguey y del combustible que se utilizó para el cocimiento de las piñas.
Lazcano Arce y De la Torre indican que resta por confirmar que las ollas localizadas en la zona fueron utilizadas para la destilación. Para demostrarlo, estas vasijas actualmente son analizadas por los expertos antes mencionados, quienes emitirán los resultados en unos cinco meses. Si el estudio es positivo, La ruta del mezcal establecerá, sin lugar a dudas, que la destilación de la bebida "se da por lo menos 400 años antes de Cristo, pues los fechamientos que hemos hecho de los contextos, tanto de las casas como de los hornos de Nativitas, establecen esa antigüedad", apuntan.
La idea de que la destilación es herencia de los colonizadores, quienes a su vez la recibieron de los árabes, caería por su propio peso. "Más bien, lo que llegan a hacer los españoles es establecer un cambio en el instrumento de trabajo. Ya no serían ollas, ni barro, como hacen los huicholes, sino metal como un instrumento para la producción. Es decir, es un sustituto y un acelerador en cuanto a la rapidez de la destilación", añade Lazcano Arce.
Los antropólogos señalan que han conseguido subsidio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y del Programa de Apoyo a los Proyectos de Investigación e Innovación (Papiit) de la UNAM. En el proyecto participan, además de los expertos citados, el director de la Facultad de Química, Santiago Capella, y los estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) Nadia Romero y Erick Mejía (written by Karina Aviles; source La Jornada).
Monday, December 15, 2008
Ancient MesoAmerica News Updates 2008, No. 85: Tehuacalco, Guerrero - Archaeological Zone to be Opened to the Public on December 16
Today, Monday December 15, 2008, the online edition of the daily Mexican newspaper La Jornada reported that tomorrow, December 16, 2008, the archaeological zone of Tehuacalco, in the state of Guerrero, will be officialy opened to the public. The report provides a short but detailed description of the site and the most important structures as well as some comments by archaeologist Miguel Pérez Negrete (edited by AMaNU) (photo: Mauricio Marat/La Jornada):
Revelarán al público Tehuacalco, zona prehispánica en Guerrero - La zona arqueológica de Tehuacalco será la segunda zona prehispánica abierta al público durante el sexenio calderonista, tras su inauguración, el próximo 16 de diciembre en el estado de Guerrero, donde se develarán grandes pirámides, petrograbados y cuevas de culto al Sol.
Esta área prehispánica de la cultura yope, la cual nunca fue dominada por la civilización mexica, se encuentra a 50 minutos del municipio de Chilpancingo y estará abierta al público en los próximos días como parte del conjunto de 12 sitios arqueológicos que la administración calderonista ofreció inaugurar durante este sexenio.
Una de las características de esta área prehispánica es que fue hallada en medio de cuatro grandes cerros que se localizan en dirección a los cuatro puntos cardinales, y posee muchos elementos asociados a la arqueoastronomía. Así lo explicó el arqueólogo Miguel Pérez Negrete, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien señaló que las estructuras piramidales fueron edificadas en dirección a la montaña La Compuerta, lugar por donde sale el Sol.
Aún en exploración - Una de ellas es el edificio llamado El Palacio, cuya estructura tiene una base de cerca de 80 metros por lado y sobre la cual fueron hallados diversos basamentos. “Este monumento, que aún se encuentra en exploración y consolidación, tiene como fondo el cerro que a los antiguos habitantes les marcaba el equinoccio solar, el inicio de la actividad agrícola y la consecución de actividades rituales.”
Pérez Negrete es responsable dese 2005 de este proyecto arqueológico, el cual –según fuentes históricas– era conocido como Yopitzingo; su importancia radica en que fue uno de los pocos señoríos que lograron mantenerse independientes de los tenochcas, porque nunca se les pudo someter, tal vez por lo abrupto del terreno donde se asentaron, explicó el especialista del INAH.
Tehuacalco proviene del náhuatl y, aunque tiene varias acepciones –lugar de la caja de piedra, de la casa de sacerdotes y de la casa del agua sagrada–, la definición que más se aproxima es la relacionada con el vocablo tehuacalli, que se refiere a las pozas o pequeñas oquedades prehispánicas que fueron creadas en las piedras con fines rituales.
Además de las estructuras monumentales, sobresalen el Juego de Pelota –de 37.80 metros de longitud– y la pirámide denominada La Incinera, de 20 metros de altura, otrora sede de rituales encabezados por sacerdotes y gobernantes. Otros vestigios arquitectónicos son la Estructura E4 –plataforma con un marcador solar en la parte delantera, dirigido al oriente– y la Plataforma W, que consta de unidades habitacionales con patios internos y drenajes, donde supuestamente vivían personajes de alto rango o de posición privilegiada en el sistema social de Tehuacalco.
Ochenta hectáreas pobladas - Las investigaciones refieren que este centro ceremonial tuvo ocupaciones hacia el año 400 de nuestra era y su auge ocurrió en el epiclásico y posclásico temprano (650-1100 dC), cuando la concentración poblacional llegó a abarcar cerca de 80 hectáreas, de las cuales 12 correspondían al área cívico-ceremonial, integrada por varias estructuras piramidales y palaciegas que rodean una plaza central.
Hasta la fecha han sido descubiertas alrededor de 18 estructuras, resultado de las temporadas de campo realizadas durante 2006 y 2007, mientras los petrograbados hallados exhiben diversas representaciones que aluden a la vida, y las 57 cuevas u oquedades han sido detectadas en las laderas del cerro La Compuerta con diversas ofrendas.
Los recorridos temáticos propuestos por el INAH se basan en el área de monumentos prehispánicos, los petrograbados, el paisaje ritual de los cerros y la flora y fauna del lugar. La zona arqueológica de Tehuacalco se localiza entre Chilpancingo y Acapulco, y sus vías de acceso son: desde la carretera libre México-Acapulco, hasta tomar la desviación del crucero La Haciendita-Carrizal, y por Tierra Colorada, por medio de la autopista del Sol.
Hace unos días fue inaugurada con bombo y platillo el área prehispánica de Peralta en el estado de Guanajuato, con la participación de una monumental orquesta de viento y cientos de músicos de la región (written by Ana Mónica Rodríguez; source La Jornada).
Esta área prehispánica de la cultura yope, la cual nunca fue dominada por la civilización mexica, se encuentra a 50 minutos del municipio de Chilpancingo y estará abierta al público en los próximos días como parte del conjunto de 12 sitios arqueológicos que la administración calderonista ofreció inaugurar durante este sexenio.
Una de las características de esta área prehispánica es que fue hallada en medio de cuatro grandes cerros que se localizan en dirección a los cuatro puntos cardinales, y posee muchos elementos asociados a la arqueoastronomía. Así lo explicó el arqueólogo Miguel Pérez Negrete, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien señaló que las estructuras piramidales fueron edificadas en dirección a la montaña La Compuerta, lugar por donde sale el Sol.
Aún en exploración - Una de ellas es el edificio llamado El Palacio, cuya estructura tiene una base de cerca de 80 metros por lado y sobre la cual fueron hallados diversos basamentos. “Este monumento, que aún se encuentra en exploración y consolidación, tiene como fondo el cerro que a los antiguos habitantes les marcaba el equinoccio solar, el inicio de la actividad agrícola y la consecución de actividades rituales.”
Pérez Negrete es responsable dese 2005 de este proyecto arqueológico, el cual –según fuentes históricas– era conocido como Yopitzingo; su importancia radica en que fue uno de los pocos señoríos que lograron mantenerse independientes de los tenochcas, porque nunca se les pudo someter, tal vez por lo abrupto del terreno donde se asentaron, explicó el especialista del INAH.
Tehuacalco proviene del náhuatl y, aunque tiene varias acepciones –lugar de la caja de piedra, de la casa de sacerdotes y de la casa del agua sagrada–, la definición que más se aproxima es la relacionada con el vocablo tehuacalli, que se refiere a las pozas o pequeñas oquedades prehispánicas que fueron creadas en las piedras con fines rituales.
Además de las estructuras monumentales, sobresalen el Juego de Pelota –de 37.80 metros de longitud– y la pirámide denominada La Incinera, de 20 metros de altura, otrora sede de rituales encabezados por sacerdotes y gobernantes. Otros vestigios arquitectónicos son la Estructura E4 –plataforma con un marcador solar en la parte delantera, dirigido al oriente– y la Plataforma W, que consta de unidades habitacionales con patios internos y drenajes, donde supuestamente vivían personajes de alto rango o de posición privilegiada en el sistema social de Tehuacalco.
Ochenta hectáreas pobladas - Las investigaciones refieren que este centro ceremonial tuvo ocupaciones hacia el año 400 de nuestra era y su auge ocurrió en el epiclásico y posclásico temprano (650-1100 dC), cuando la concentración poblacional llegó a abarcar cerca de 80 hectáreas, de las cuales 12 correspondían al área cívico-ceremonial, integrada por varias estructuras piramidales y palaciegas que rodean una plaza central.
Hasta la fecha han sido descubiertas alrededor de 18 estructuras, resultado de las temporadas de campo realizadas durante 2006 y 2007, mientras los petrograbados hallados exhiben diversas representaciones que aluden a la vida, y las 57 cuevas u oquedades han sido detectadas en las laderas del cerro La Compuerta con diversas ofrendas.
Los recorridos temáticos propuestos por el INAH se basan en el área de monumentos prehispánicos, los petrograbados, el paisaje ritual de los cerros y la flora y fauna del lugar. La zona arqueológica de Tehuacalco se localiza entre Chilpancingo y Acapulco, y sus vías de acceso son: desde la carretera libre México-Acapulco, hasta tomar la desviación del crucero La Haciendita-Carrizal, y por Tierra Colorada, por medio de la autopista del Sol.
Hace unos días fue inaugurada con bombo y platillo el área prehispánica de Peralta en el estado de Guanajuato, con la participación de una monumental orquesta de viento y cientos de músicos de la región (written by Ana Mónica Rodríguez; source La Jornada).
Ancient MesoAmerica News Updates 2008, No. 84: Tula, Hidalgo - Short Report on Recent Findings at Tula de Hidalgo
Today, Monday December 15, 2008, the Instituto Nacional de Antropologia e Historia (INAH)posted a report on recent findings at the site of Tula, located north of Mexico City, in the state of Hidalgo. It also is posted on the website of the Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA). The report describes the most important buildings at the site (for instance, Building B or Edificio de los Atlantes, the Palacio Quemado, the Central Altar, and the Coatepantli or Serpent Wall) and provides some important comments by Dr. Robert Cobean, director of the current archaeological project and who has worked at the site for many years (edited by AMaNU):
Tula: La zona arqueológica presenta algunas similitudes con Teotihuacan -Cuenta una leyenda que el rey-sacerdote Quetzalcóatl fundó la ciudad de Tula después de vengar el asesinato de su padre, y comenzó así un gran periodo de esplendor para los toltecas, ya que de la mano de su gobernante aprendieron artes e importantes doctrinas religiosas y realizaron grandes construcciones como los atlantes, símbolo que identifica la zona arqueológica.
Ubicada aproximadamente a 85 kilómetros al norte de la ciudad de México, en el estado de Hidalgo, la Zona Arqueológica de Tula es un lugar donde el tiempo corre de manera muy lenta y apacible. Los fuertes vientos y el clima semiseco, propios de la región del Valle del Mezquital, sitúan a la zona en un espacio donde el cielo siempre es azul.
Tula, junto con Teotihuacan y Tenochtitlan, fue uno de los grandes centros urbanos del Altiplano Central de Mesoamérica. La ciudad tuvo una larga vida de casi cuatro siglos en su momento de máximo apogeo (900-1000 d. C.); de hecho, hacia el año 1000 era probablemente la ciudad más grande de Mesoamérica, con una extensión de casi 16 kilómetros cuadrados. El esplendor de la antigua ciudad quedó representado por los vestigios que, hoy en día, componen la zona arqueológica, como la pirámide B o Edificio de los Atlantes, el Palacio Quemado, el Altar Central, el Coatepantli o Muro de las Serpientes, los Juegos de Pelotas y el Tzompantli. Construcciones que guardan testimonio de la jerarquía que tuvo la ciudad en la época prehispánica.
El volumen de las dos pirámides principales no es muy grande, si se compara, por ejemplo, con el de las pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan, pero la dimensión de las pirámides era realzada por las terrazas y plataformas que conforman el gran complejo arquitectónico sobre el cual se alzaban. De ahí que uno de los principales atractivos del lugar sean las esculturas conocidas como los Atlantes de Tula, que miden poco más de cuatro metros de altura, labrados en piedra basáltica, hallados en 1940 por el arqueólogo Jorge Acosta. Los monumentales atlantes custodian la parte superior del Templo de Tlahuizcalpantecutli o Estrella de la Mañana (Pirámide B) desde la cual se aprecia toda la plaza principal del sitio.
En la parte trasera de la Pirámide B se localiza el Coatepantli o Muro de serpientes, estructura que mediante los estudios se ha deducido estuvo dedicada a Quetzalcóatl. El Coatepantli contiene tres hileras de frisos, de las cuales la central muestra serpientes que devoran individuos semidescarnados, quienes representarían el alma de los guerreros; las otras dos presentan grecas escalonadas, mientras que en su parte superior tiene grabados caracoles cortados transversalmente que de acuerdo con las investigaciones están asociados a Venus. La estructura es, por lo tanto, una muestra de la gran destreza que tenían los toltecas para labrar piedras. Este arte también se aprecia en los frisos que recubren la parte trasera de la Pirámide B (edificio de los atlantes) los cuales representan a diversos animales, como un puma y águilas. Estas estructuras al igual que el Coatepantli marcaban los límites del “espacio sagrado”.
Ubicada aproximadamente a 85 kilómetros al norte de la ciudad de México, en el estado de Hidalgo, la Zona Arqueológica de Tula es un lugar donde el tiempo corre de manera muy lenta y apacible. Los fuertes vientos y el clima semiseco, propios de la región del Valle del Mezquital, sitúan a la zona en un espacio donde el cielo siempre es azul.
Tula, junto con Teotihuacan y Tenochtitlan, fue uno de los grandes centros urbanos del Altiplano Central de Mesoamérica. La ciudad tuvo una larga vida de casi cuatro siglos en su momento de máximo apogeo (900-1000 d. C.); de hecho, hacia el año 1000 era probablemente la ciudad más grande de Mesoamérica, con una extensión de casi 16 kilómetros cuadrados. El esplendor de la antigua ciudad quedó representado por los vestigios que, hoy en día, componen la zona arqueológica, como la pirámide B o Edificio de los Atlantes, el Palacio Quemado, el Altar Central, el Coatepantli o Muro de las Serpientes, los Juegos de Pelotas y el Tzompantli. Construcciones que guardan testimonio de la jerarquía que tuvo la ciudad en la época prehispánica.
El volumen de las dos pirámides principales no es muy grande, si se compara, por ejemplo, con el de las pirámides del Sol y de la Luna en Teotihuacan, pero la dimensión de las pirámides era realzada por las terrazas y plataformas que conforman el gran complejo arquitectónico sobre el cual se alzaban. De ahí que uno de los principales atractivos del lugar sean las esculturas conocidas como los Atlantes de Tula, que miden poco más de cuatro metros de altura, labrados en piedra basáltica, hallados en 1940 por el arqueólogo Jorge Acosta. Los monumentales atlantes custodian la parte superior del Templo de Tlahuizcalpantecutli o Estrella de la Mañana (Pirámide B) desde la cual se aprecia toda la plaza principal del sitio.
En la parte trasera de la Pirámide B se localiza el Coatepantli o Muro de serpientes, estructura que mediante los estudios se ha deducido estuvo dedicada a Quetzalcóatl. El Coatepantli contiene tres hileras de frisos, de las cuales la central muestra serpientes que devoran individuos semidescarnados, quienes representarían el alma de los guerreros; las otras dos presentan grecas escalonadas, mientras que en su parte superior tiene grabados caracoles cortados transversalmente que de acuerdo con las investigaciones están asociados a Venus. La estructura es, por lo tanto, una muestra de la gran destreza que tenían los toltecas para labrar piedras. Este arte también se aprecia en los frisos que recubren la parte trasera de la Pirámide B (edificio de los atlantes) los cuales representan a diversos animales, como un puma y águilas. Estas estructuras al igual que el Coatepantli marcaban los límites del “espacio sagrado”.
El edificio más importante de la zona es la llamada Pirámide C, localizada en el lado noreste de la plaza, su importancia radica porque de acuerdo con las investigaciones del arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Robert Cobean, la estructura probablemente era el axis mundi del recinto sagrado y por lo tanto el eje central de construcción de la ciudad. “Podemos ver, por ejemplo, cómo el adoratorio está alineado con la escalera central de la pirámide, así como el principal juego de pelota del sitio”, comentó el especialista quien, además, explicó que dicha estructura tiene elementos parecidos a la de la Luna, en Teotihuacan. “La mayor similitud entre ambas estructuras piramidales radica en que la planta de ambos edificios tiene cinco cuerpos”.
Esta pirámide y algunos otros edificios localizados en el lugar –relacionados con la clase media de Tula– son, desde el punto de vista de Cobean, un símil, una remembranza de los toltecas hacia la cultura teotihuacana. Lo anterior está relacionado con los dos grupos étnicos de la fundación de Tula, realizada hacia el 700 d. C., los teotihuacanos y los toltecas-chichimecas del norte. El esplendor de la ciudad se ha fechado entre los años 900 y 1000 d. C.; durante este tiempo, Tula tenía casi 16 kilómetros cuadrados de extensión, por lo que la actual zona arqueológica sólo representa aproximadamente 12 por ciento de todo el territorio tolteca.
El Palacio Quemado, se ubica en el conjunto oeste de la Pirámide B (donde se encuentran los Atlantes). Está conformado por varios cuartos y columnas, así como patios hundidos centrales. El nombre fue dado por el arqueólogo Jorge Acosta, quien encontró en la década de los 40, sobre los pisos del edificio abundante carbón, restos de los techos quemados y colapsados. El atractivo principal de esta estructura son los adosados de muros, vestíbulos, banquetas y altares recubiertos con bajorrelieves que representan procesiones de personajes divinos como Tláloc.
Pese al clima semiseco que caracteriza a la región y que se observa en los caminos que conducen a la zona arqueológica, los cuales están repletos de cactáceas, la presencia del río Tula permitió el desarrollo de una agricultura productiva. Por otra parte, la antigua ciudad estaba ubicada, de modo estratégico, en medio de yacimientos de obsidiana (como la Sierra de las Navajas), de alabastro y otros minerales.
Por su posición geográfica se convirtió en un importante paso de las rutas comerciales de la turquesa, proveniente del Norte de Mesoamérica, y de la región de Cañón del Chaco (en el actual territorio de Nuevo México, Estados Unidos).
La zona arqueológica está abierta de martes a domingo, en un horario de 10:00 a 18:00 horas. Cuenta un museo de sitio, estacionamiento, custodios y tienda. Precio de admisión $33.00. Están exentos de pago niños, estudiantes, maestros y personas de la tercera edad con credencial vigente. Los domingos y días festivos la entrada es gratuita al público nacional, presentando credencial del Instituto Federal Electoral (written by Miroslava Bautista; source CONACULTA - Sala de Prensa).
Esta pirámide y algunos otros edificios localizados en el lugar –relacionados con la clase media de Tula– son, desde el punto de vista de Cobean, un símil, una remembranza de los toltecas hacia la cultura teotihuacana. Lo anterior está relacionado con los dos grupos étnicos de la fundación de Tula, realizada hacia el 700 d. C., los teotihuacanos y los toltecas-chichimecas del norte. El esplendor de la ciudad se ha fechado entre los años 900 y 1000 d. C.; durante este tiempo, Tula tenía casi 16 kilómetros cuadrados de extensión, por lo que la actual zona arqueológica sólo representa aproximadamente 12 por ciento de todo el territorio tolteca.
El Palacio Quemado, se ubica en el conjunto oeste de la Pirámide B (donde se encuentran los Atlantes). Está conformado por varios cuartos y columnas, así como patios hundidos centrales. El nombre fue dado por el arqueólogo Jorge Acosta, quien encontró en la década de los 40, sobre los pisos del edificio abundante carbón, restos de los techos quemados y colapsados. El atractivo principal de esta estructura son los adosados de muros, vestíbulos, banquetas y altares recubiertos con bajorrelieves que representan procesiones de personajes divinos como Tláloc.
Pese al clima semiseco que caracteriza a la región y que se observa en los caminos que conducen a la zona arqueológica, los cuales están repletos de cactáceas, la presencia del río Tula permitió el desarrollo de una agricultura productiva. Por otra parte, la antigua ciudad estaba ubicada, de modo estratégico, en medio de yacimientos de obsidiana (como la Sierra de las Navajas), de alabastro y otros minerales.
Por su posición geográfica se convirtió en un importante paso de las rutas comerciales de la turquesa, proveniente del Norte de Mesoamérica, y de la región de Cañón del Chaco (en el actual territorio de Nuevo México, Estados Unidos).
La zona arqueológica está abierta de martes a domingo, en un horario de 10:00 a 18:00 horas. Cuenta un museo de sitio, estacionamiento, custodios y tienda. Precio de admisión $33.00. Están exentos de pago niños, estudiantes, maestros y personas de la tercera edad con credencial vigente. Los domingos y días festivos la entrada es gratuita al público nacional, presentando credencial del Instituto Federal Electoral (written by Miroslava Bautista; source CONACULTA - Sala de Prensa).
After having been in Mexico and Paris for two Maya conferences posting of reports and notices on Mesoamerica continues at this blog. Unfortunately, my blog is marked as a spamblog for several months now and for some strange reason this label is still there, although I have sent billions (ok, tens ...) of notices that this not a spamblog ... a real person is typing these letters/editing the reports or notices and I hope to share them with many ... Oh well ...
Ancient MesoAmerica News Updates 2008, No. 83: Teotihuacan - Temporary Exhibit "Gente de nubes en tierra de encuentros" at the Former Museo del Sitio de Teotihuacan
On December 11, 2008, the Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONCULTA), posted a short notice on the recent opening of the temporary exhibit Gente de nubes en tierra de encuentros. The exhibit is shown at the former Museo del Sitio de Teotihuacan as part of the conmemorative celebrations of 100 years of research the site of Teotihuacan. Shown are 70 archaeologically excavated pieces from the "Barrio Zapoteca", which will be on exhibit until April 30, 2009 (edited by AMaNU) (photo: INAH):
Inauguran muestra "Gente de Nubes" en Teotihuacan - Como parte de las celebraciones para conmemorar los primeros cien años de investigaciones en la Zona Arqueológica de Teotihuacan, se exhiben por primera vez en el ex museo de la zona, 70 piezas arqueológicas halladas en el “Barrio Zapoteca”, ubicado en la parte norponiente del lugar. Gente de nubes en tierra de encuentros es el título de la exposición que a partir de diciembre y hasta el 30 de abril de 2009 muestra al público la importancia que tuvo el llamado “Barrio Zapoteca” en la vida social, política, económica y cultural de Teotihuacan.
Dividida en seis salas, la exposición lleva a los asistentes por un recorrido histórico-arqueológico en el que conocerán el papel que tuvo el comercio en este sitio y la relación con Monte Albán, así como la importancia del establecimiento de un grupo zapoteco en la urbe teotihuacana.
Los visitantes también aprenderán cuáles eran las actividades a las que se dedicaban y cómo eran sus costumbres funerarias, mediante un discurso museográfico compuesto por piezas arqueológicas y fotografías de las investigaciones, así como diferentes temporadas de campo que arqueólogos del Instituto Nacional de Antropologia e Historia (INAH) han realizado en el “Barrio zapoteca” o Tlailotlacan (gente de tierras lejanas), de 1960 a la fecha.
El público tendrá la oportunidad de observar piezas de cerámica, lítica, utensilios de piedra, vasijas, ornamentación de piedra verde, braceros rituales y reproducciones de tumbas con inscripciones y entierros, y urnas funerarias decoradas con imágenes de deidades. Ortega reconoció que mediante la evidencia arqueológica que se ha localizado en el “Barrio zapoteca” se ha podido confirmar la existencia de una fuerte interacción entre este grupo cultural oaxaqueño y los teotihuacanos.
Sabemos, dijo, que muchos de los habitantes del “Barrio Zapoteca” eran embajadores de Monte Albán que se establecieron en Teotihuacan para relacionarse con los jerarcas del lugar y compartirles su conocimiento en áreas como la astronomía, esta relación fue tan cercana que incluso algunos monolitos localizados en Monte Albán dan cuenta de la comunicación que sostenían ambas ciudades. “Se han encontrado evidencias de esa relación en lápidas con grabados de personajes teotihuacanos llegando a la ciudad zapoteca, probablemente dignatarios o embajadores de la Ciudad de los Dioses, no obstante en Monte Albán no hay presencia de barrio teotihuacano, solamente se han identificado indicios de relaciones entre dignatarios o embajadores", comentó.
De acuerdo a las investigaciones se calcula que el “Barrio Zapoteca” estuvo integrado por aproximadamente mil 200 personas, que habitaban a su vez cerca de 14 conjuntos arquitectónicos. Aunque no se sabe con exactitud la profesión de los integrantes del barrio se tienen dos hipótesis, mismas que se busca corroborar a partir de las investigaciones y las temporadas de campo que cada año se realizan en el sitio.
La primera hipótesis, explicó la arqueóloga, ubica a los oaxaqueños del “Barrio Zapoteca” como albañiles especializados en la confección de estuco, lo anterior porque Monte Albán fue la primera ciudad en utilizar este material y además porque los pobladores del barrio se asentaron en la salida oeste de Teotihuacan, rumbo a Tula, donde estaban los bancos de tierra caliza. La otra tesis radica en que los habitantes de esa parte de la metrópoli era gente dedicada al teñido de textiles con la técnica de grana cochinilla, puesto que en el lugar los arqueólogos han rescatado una enorme cantidad de apancle, recipientes donde se sumergían las telas para colorarlas.
En la muestra, los visitantes además podrán acercase a la cultura zapoteca mediante talleres educativos infantiles. La serie de exposiciones que el INAH ha montado en la Zona Arqueológica de Teotihuacan para conmemorar un siglo de investigaciones en el sitio, comenzaron en septiembre pasado y continuarán durante el 2009 con una muestra que reunirá los materiales de los proyectos más importantes de la temporada 1980 -1982; así como algunos hallazgos recientes en La Ventilla y Atetelco (written by Alejandra Urbina; source CONACULTA - Sala de Prensa).
Dividida en seis salas, la exposición lleva a los asistentes por un recorrido histórico-arqueológico en el que conocerán el papel que tuvo el comercio en este sitio y la relación con Monte Albán, así como la importancia del establecimiento de un grupo zapoteco en la urbe teotihuacana.
Los visitantes también aprenderán cuáles eran las actividades a las que se dedicaban y cómo eran sus costumbres funerarias, mediante un discurso museográfico compuesto por piezas arqueológicas y fotografías de las investigaciones, así como diferentes temporadas de campo que arqueólogos del Instituto Nacional de Antropologia e Historia (INAH) han realizado en el “Barrio zapoteca” o Tlailotlacan (gente de tierras lejanas), de 1960 a la fecha.
El público tendrá la oportunidad de observar piezas de cerámica, lítica, utensilios de piedra, vasijas, ornamentación de piedra verde, braceros rituales y reproducciones de tumbas con inscripciones y entierros, y urnas funerarias decoradas con imágenes de deidades. Ortega reconoció que mediante la evidencia arqueológica que se ha localizado en el “Barrio zapoteca” se ha podido confirmar la existencia de una fuerte interacción entre este grupo cultural oaxaqueño y los teotihuacanos.
Sabemos, dijo, que muchos de los habitantes del “Barrio Zapoteca” eran embajadores de Monte Albán que se establecieron en Teotihuacan para relacionarse con los jerarcas del lugar y compartirles su conocimiento en áreas como la astronomía, esta relación fue tan cercana que incluso algunos monolitos localizados en Monte Albán dan cuenta de la comunicación que sostenían ambas ciudades. “Se han encontrado evidencias de esa relación en lápidas con grabados de personajes teotihuacanos llegando a la ciudad zapoteca, probablemente dignatarios o embajadores de la Ciudad de los Dioses, no obstante en Monte Albán no hay presencia de barrio teotihuacano, solamente se han identificado indicios de relaciones entre dignatarios o embajadores", comentó.
De acuerdo a las investigaciones se calcula que el “Barrio Zapoteca” estuvo integrado por aproximadamente mil 200 personas, que habitaban a su vez cerca de 14 conjuntos arquitectónicos. Aunque no se sabe con exactitud la profesión de los integrantes del barrio se tienen dos hipótesis, mismas que se busca corroborar a partir de las investigaciones y las temporadas de campo que cada año se realizan en el sitio.
La primera hipótesis, explicó la arqueóloga, ubica a los oaxaqueños del “Barrio Zapoteca” como albañiles especializados en la confección de estuco, lo anterior porque Monte Albán fue la primera ciudad en utilizar este material y además porque los pobladores del barrio se asentaron en la salida oeste de Teotihuacan, rumbo a Tula, donde estaban los bancos de tierra caliza. La otra tesis radica en que los habitantes de esa parte de la metrópoli era gente dedicada al teñido de textiles con la técnica de grana cochinilla, puesto que en el lugar los arqueólogos han rescatado una enorme cantidad de apancle, recipientes donde se sumergían las telas para colorarlas.
En la muestra, los visitantes además podrán acercase a la cultura zapoteca mediante talleres educativos infantiles. La serie de exposiciones que el INAH ha montado en la Zona Arqueológica de Teotihuacan para conmemorar un siglo de investigaciones en el sitio, comenzaron en septiembre pasado y continuarán durante el 2009 con una muestra que reunirá los materiales de los proyectos más importantes de la temporada 1980 -1982; así como algunos hallazgos recientes en La Ventilla y Atetelco (written by Alejandra Urbina; source CONACULTA - Sala de Prensa).