Ancient MesoAmerica News Updates 2007, No. 5: Mount Tlaloc, Mexico - Discoveries at the Third Highest Vulcano of the Sierra Nevada
On Tuesday April 15, 2007, the Instituto Nacional de Anthropologia e Historia posted a notice on the recent discoveries at Mount Tlaloc in the section Sala de Prensa of their website (edited by AMaNU):
Hallazgos que se acercan a la verdad - Durante la última temporada de campo en el cerro Tláloc –el tercero más alto de la Sierra Nevada–, se localizaron cientos de pozos en piedra o xicalli, obsidiana verde y oscura, estuco en muros y 1,760 mosaicos de turquesa, pero aún se desconoce el lugar en donde posiblemente fueron enterrados niños ofrendados al Dios de la Lluvia. Los niños sacrificados eran los nacidos en cierta época del año, los más "chillones" y aquellos que por tener dos "remolinos" en la cabeza eran elegidos, al relacionar las lágrimas con el agua y los remolinos con el clima.
Con 4,150 metros sobre el nivel del mar, el cerro Tláloc, ubicado en el Parque Nacional Iztac-Popo-Zoquiapan, en el Estado de México, tiene en su cumbre el sitio ceremonial más grande de Mesoamérica: el Tlalocan (lugar de Tláloc). El sitio fue ampliamente documentado por el dominico fray Diego Durán y es citado por Sahagún, Clavijero y Torquemada entre otros, lo que habla de su importancia; Durán detalla el sacrificio de niños en la cima del cerro Tláloc durante el mes de Huey Tozoztli (abril).
Víctor Arribalzaga Tobón, investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comentó que durante los últimos años se han logrado grandes avances en la investigación de este cerro que se utilizaba para el culto a Tláloc y al que asistía de forma predominante la clase gobernante de la Cuenca de México. En los alrededores –recordó–, se han encontrado diferentes representaciones escultóricas relativas a Tláloc como el monolito de Coatlinchan, que por los atributos que presenta, realmente se trata de la diosa Chalchiuhtlicue –la de la falda de jade–, y que dentro del panteón de dioses mexicas es la dualidad femenina de Tláloc.
Comentó que en noviembre pasado junto con estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, levantaron 28 metros –de un total de 614 lineales– del muro que una vez fue el sitio ceremonial con capacidad para recibir a cientos de peregrinos que llegaban junto con los grandes señores de la Triple Alianza a presentar ofrendas y sacrificios humanos a Tláloc. Se percataron que las paredes (de 1.80 m de altura y 2.40 de ancho) estaban recubiertas con estuco compuesto con gravilla de tezontle, lo que manifiesta la organización para subir el material de construcción durante la época prehispánica. Ahora –agregó–, el reto es reconstruir 80 m más del muro en la próxima temporada de trabajo de campo.
Víctor Arribalzaga, director del Proyecto Arqueológico Cerro Tláloc, inició la excavación de 24 metros cuadrados, de los 3,000 que tiene el templo, para localizar la cueva en donde, según los escritos del siglo XVI, un sacerdote sacrificaba a los niños para luego salir y untar la sangre a la clase gobernante:
"…enderezábase esta fiesta para pedir buen año, a causa de que ya el maíz que habían sembrado estaba todo nacido. Acudían a celebrarla –como dije– el gran rey Motecuhzoma, al monte referido, con todos los grandes de México, de caballeros y señores, y toda la nobleza de él venía... para los cuales señores se hacían grandes y vistosas chozas y ramadas… y tomaban un niño de seis o siete años y metíanlo en una litera, por todas partes cubierto, que nadie no le viese, y poníanlo en los hombros de los principales y, puestos todos en ordenanza, iban como en procesión hasta el lugar del patio, al cual lugar llamaban tetzacualco. Y llegados allí, delante la imagen del ídolo Tláloc mataban aquel niño, dentro en la litera, que nadie no le veía, al son de muchas bocinas y caracoles y flautillas. Mataban este niño los mesmos sacerdotes de este ídolo..."
Los sitios ceremoniales en los cerros tenían una doble función: obtener ciertos beneficios personales o colectivos por medio del esfuerzo físico, el dolor y el ruego a los seres sobrenaturales, y mantener el dominio por medio de un calendario ritual. Se creía que el realizar estos ritos en sitios especiales, ayudaba a sostener el orden establecido de las cosas.
Explicó que los mosaicos de turquesa, algunos de ellos con sus líneas incisas, llegan a formar imágenes, mientras que los xicalli se encontraron en forma masiva en todos los afloramientos rocosos, por lo que existe la hipótesis de que servían para contener semillas, agua o sangre producto de las ofrendas.
Parte de todo ese material se encuentra en laboratorio para su análisis y poder conocer de ese modo quiénes en realidad habitaron ese lugar integrado por una calzada de 150 m de largo, cinco de ancho y un espacio rectangular de 60 por 50 m aproximadamente, conocido como Tetzacualco (“lugar cerrado de piedras”, aplicado a los recintos rectangulares).
El Cerro Tláloc, localizado a tres horas de la ciudad de México por la carretera a Puebla, más 50 minutos a pie, aún sigue activo como lugar de culto, muestra de ello son las diferentes veladoras, ofrendas y cruces de graniceros colocadas en diferentes fechas por los seguidores y especialistas en estos rituales a una altura de 3,900 m, precisó el especialista.
Incluso el cerro pudo ser utilizado también como un extraordinario observatorio astronómico. Desde este punto se puede apreciar que el Sol aparece sobre el Pico de Orizaba, La Malinche y la Sierra Negra, los días 10 y 11 de febrero, fechas que para los acolhuas de Texcoco terminaba un xihuitl o año.
Destacó que la fidelidad de la descripción de fray Diego Durán, quien al parecer no ascendió al cerro Tláloc, sino que obtuvo los datos de algún informante, se puede constatar en la actualidad, a pesar del paso del tiempo (source INAH - Sala de Prensa).
Con 4,150 metros sobre el nivel del mar, el cerro Tláloc, ubicado en el Parque Nacional Iztac-Popo-Zoquiapan, en el Estado de México, tiene en su cumbre el sitio ceremonial más grande de Mesoamérica: el Tlalocan (lugar de Tláloc). El sitio fue ampliamente documentado por el dominico fray Diego Durán y es citado por Sahagún, Clavijero y Torquemada entre otros, lo que habla de su importancia; Durán detalla el sacrificio de niños en la cima del cerro Tláloc durante el mes de Huey Tozoztli (abril).
Víctor Arribalzaga Tobón, investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comentó que durante los últimos años se han logrado grandes avances en la investigación de este cerro que se utilizaba para el culto a Tláloc y al que asistía de forma predominante la clase gobernante de la Cuenca de México. En los alrededores –recordó–, se han encontrado diferentes representaciones escultóricas relativas a Tláloc como el monolito de Coatlinchan, que por los atributos que presenta, realmente se trata de la diosa Chalchiuhtlicue –la de la falda de jade–, y que dentro del panteón de dioses mexicas es la dualidad femenina de Tláloc.
Comentó que en noviembre pasado junto con estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, levantaron 28 metros –de un total de 614 lineales– del muro que una vez fue el sitio ceremonial con capacidad para recibir a cientos de peregrinos que llegaban junto con los grandes señores de la Triple Alianza a presentar ofrendas y sacrificios humanos a Tláloc. Se percataron que las paredes (de 1.80 m de altura y 2.40 de ancho) estaban recubiertas con estuco compuesto con gravilla de tezontle, lo que manifiesta la organización para subir el material de construcción durante la época prehispánica. Ahora –agregó–, el reto es reconstruir 80 m más del muro en la próxima temporada de trabajo de campo.
Víctor Arribalzaga, director del Proyecto Arqueológico Cerro Tláloc, inició la excavación de 24 metros cuadrados, de los 3,000 que tiene el templo, para localizar la cueva en donde, según los escritos del siglo XVI, un sacerdote sacrificaba a los niños para luego salir y untar la sangre a la clase gobernante:
"…enderezábase esta fiesta para pedir buen año, a causa de que ya el maíz que habían sembrado estaba todo nacido. Acudían a celebrarla –como dije– el gran rey Motecuhzoma, al monte referido, con todos los grandes de México, de caballeros y señores, y toda la nobleza de él venía... para los cuales señores se hacían grandes y vistosas chozas y ramadas… y tomaban un niño de seis o siete años y metíanlo en una litera, por todas partes cubierto, que nadie no le viese, y poníanlo en los hombros de los principales y, puestos todos en ordenanza, iban como en procesión hasta el lugar del patio, al cual lugar llamaban tetzacualco. Y llegados allí, delante la imagen del ídolo Tláloc mataban aquel niño, dentro en la litera, que nadie no le veía, al son de muchas bocinas y caracoles y flautillas. Mataban este niño los mesmos sacerdotes de este ídolo..."
Los sitios ceremoniales en los cerros tenían una doble función: obtener ciertos beneficios personales o colectivos por medio del esfuerzo físico, el dolor y el ruego a los seres sobrenaturales, y mantener el dominio por medio de un calendario ritual. Se creía que el realizar estos ritos en sitios especiales, ayudaba a sostener el orden establecido de las cosas.
Explicó que los mosaicos de turquesa, algunos de ellos con sus líneas incisas, llegan a formar imágenes, mientras que los xicalli se encontraron en forma masiva en todos los afloramientos rocosos, por lo que existe la hipótesis de que servían para contener semillas, agua o sangre producto de las ofrendas.
Parte de todo ese material se encuentra en laboratorio para su análisis y poder conocer de ese modo quiénes en realidad habitaron ese lugar integrado por una calzada de 150 m de largo, cinco de ancho y un espacio rectangular de 60 por 50 m aproximadamente, conocido como Tetzacualco (“lugar cerrado de piedras”, aplicado a los recintos rectangulares).
El Cerro Tláloc, localizado a tres horas de la ciudad de México por la carretera a Puebla, más 50 minutos a pie, aún sigue activo como lugar de culto, muestra de ello son las diferentes veladoras, ofrendas y cruces de graniceros colocadas en diferentes fechas por los seguidores y especialistas en estos rituales a una altura de 3,900 m, precisó el especialista.
Incluso el cerro pudo ser utilizado también como un extraordinario observatorio astronómico. Desde este punto se puede apreciar que el Sol aparece sobre el Pico de Orizaba, La Malinche y la Sierra Negra, los días 10 y 11 de febrero, fechas que para los acolhuas de Texcoco terminaba un xihuitl o año.
Destacó que la fidelidad de la descripción de fray Diego Durán, quien al parecer no ascendió al cerro Tláloc, sino que obtuvo los datos de algún informante, se puede constatar en la actualidad, a pesar del paso del tiempo (source INAH - Sala de Prensa).
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