Ancient MesoAmerica News Updates 2010, No. 36: Santo Nombre, Puebla - Two Structures with Teotihuacan-style Architecture Restored
On Monday, December 13, 2010, the Instituto Nacional de Antropología e Historia posted a report in which two important structures at the site of Santo Nombre, Puebla (Mexico), are described. During the second season at the site, which will be opened to the public in 2012, these two pyramidal structures (known as Pirámide de los Caracoles and Pirámide de los Cascabeles) were restored and consolidated. Both structures contain architectural characteristics in Teotihuacan-style, among them talud-tablero (edited by AMaNU; photo: INAH):
Devuelven esplendor a pirámides de estilo teotihuacano - Un par de estructuras piramidales de 14 y 7 metros de altura, que presentan semejanzas con el estilo arquitectónico de Teotihuacan, fueron restauradas y consolidadas en el sitio arqueológico de Santo Nombre, en Puebla, como parte de los trabajos encaminados a la apertura al público de este lugar antes de 2012.
Se trata de dos antiguos edificios conocidos como Pirámide de los Caracoles y Pirámide de los Cascabeles, de dicho sitio prehispánico ubicado en el municipio de Tlacotepec de Benito Juárez, que durante este año arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) exploraron y consolidaron para su puesta en valor; ambas estructuras se suman a las ya restauradas en 2009: la Estructura Sur y la Casa del Nahual.
El arqueólogo Blas Castellón, responsable del proyecto arqueológico, dio a conocer que el pasado sábado 11 de diciembre concluyeron los trabajos de la segunda temporada de trabajo arqueológico en este sitio localizado al norte de Tehuacán, y que en la época prehispánica fue un punto estratégico entre las rutas de intercambio con el Centro, el Golfo y la costa oaxaqueña. Este lugar fue ocupado con distintas intensidades durante más de un milenio, aproximadamente del 400 a.C., al 600-700 d.C.
En esta zona arqueológica —conocida entre los pobladores del ejido Santo Nombre como “Los Teteles” (montículos)—, especialistas del INAH concluyeron la consolidación del par de estructuras piramidales ubicadas en las plazas Gran Altar y Central, en las que se distribuyen varios edificios, la mayor parte de ellos orientadas al poniente, en dirección al Popocatépetl.
La Plaza Gran Altar es un conjunto cerrado de tres templos que imitan el estilo arquitectónico de talud-tablero, característico de Teotihuacan. Dos de sus edificaciones (las estructuras Oriente y Sur, esta última de 7 metros de altura) ya han sido restauradas y consolidadas, como resultado de las dos primeras temporadas de campo, mientras que el tercero será trabajado el próximo año dentro de la siguiente etapa de exploración.
El arqueólogo Blas Castellón manifestó que este conjunto, que tuvo su mayor esplendor entre el inicio de la era cristiana y el Clásico Tardío (550 d.C.), habría tenido un uso ritual y privado. En el centro se encontró una piedra lisa —de alrededor de 5 m de altura— colocada a manera de altar.
“La Estructura Oriente de este espacio, también conocida como Pirámide de los Caracoles, porque en la parte superior se encontró una ofrenda con dos caracoles gigantes, fue ocupada entre 100 y 600 d.C.; en la base de la escalinata de esta edificación se hallaron siete esculturas con representaciones de rostros humanos que portan orejeras, uno de los cuales tiene estuco policromado”.
Alfardas, taludes, tableros, y molduras de apariencia teotihuacana, revelan una fuerte influencia de la Ciudad de los Dioses en Santo Nombre, cuyos edificios revelan una imitación de las formas que prevalecían en Teotihuacan, así como una estrecha relación; “no hay que olvidar que ésta era la gran urbe del Altiplano Central en el periodo Clásico (200 y 600 d.C.), y su influjo fue muy importante en toda Mesoamérica”.
Por otra parte, Blas Castellón abundó que en lo que respecta a las labores efectuadas en la Plaza Central, prácticamente se concluyó la puesta en valor de la Pirámide de los Cascabeles, “nombrada así porque justo a la mitad de la estructura se hallaron los restos de un joven adolescente con una cuenta verde en la tráquea a manera de ofrenda, y más de 60 cascabeles en los tobillos atados con fibra de palma.
Esta edificación se caracteriza por la presencia de dos accesos, uno hacia el oriente y el otro al poniente. Como parte de los trabajos de esta temporada en esta pirámide, se recuperaron puntas de maguey carbonizadas, así como pequeños cajetes de arcilla, que quizá funcionaron para el autosacrificio; el material encontrado en este punto permite suponer que su ocupación se dio entre 300 a.C. y 200 d.C.
“A la Plaza Central sólo tenían acceso gobernantes o quienes se encargaban de los asuntos administrativos. Este espacio está en el centro del sitio, circundado por más 30 estructuras piramidales que dificultaban el acceso al mismo”, comentó el arqueólogo. A pesar de la influencia teotihuacana que presenta el sitio de Santo Nombre, la cultura que ahí se desarrolló no fue sino una civilización local, “suponemos que eran los antepasados de los popolocas, es decir, los olmecas-xicalancas, pero esto sólo lo hemos determinado, por el momento, a nivel lingüístico y cultural, aún falta investigar más al respecto”, precisó Castellón.
Indicó que para la próxima temporada de trabajo en Santo Nombre se tiene prevista la consolidación del tercer templo de la Plaza Gran Altar, y el análisis y registro de las piezas y restos óseos encontrados, con el fin de poner en valor las construcciones prehispánicas de este sitio que se prevé abrir al público en 2012.
Objetos prehispánicos quemados - Blas Castellón abundó que durante las exploraciones se han encontrados diversidad de objetos que muestran señales de incineración, particularmente en la Plaza Gran Altar se han hallado punzones de obsidiana y hueso tallado, dijes, esculturas de piedra, piezas de cerámica negra y naranja, restos de aves rapaces y felinos de gran tamaño, variedad de caracoles, concha nácar, fragmentos quemados de figurillas de barro y piedra, y un brasero policromado que fue reconstruido casi en su totalidad.
De igual forma, se localizaron alrededor de mil cajetes amorfos, de los cuales se llevan registrados 500, que aún contenían restos de maíz, frijol, calabaza, chile y cacao, y que posiblemente también se usaron para ofrendar sangre, lo cual se determinará a partir de análisis en laboratorio.
Los arqueólogos Patricia Delgado y Hugo Huerta, también del equipo que trabajo, suponen que la razón de incinerar la gran cantidad de objetos y vestigios de alimentos hallados, responde a un práctica que tenía por finalidad clausurar de manera ritual las construcciones, quizá por el término de algún ciclo o motivo religioso, “los pobladores ‘mataban’ sus edificios, mediante la quema de ofrendas que arrojaban sobre las fachadas”, finalizaron. (Source )
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